En 1999, cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tomaron la cárcel de Bolívar, en el Valle del Cauca, y dejaron a libertad a los presos, la celda de Manuel Octavio Bermúdez llamó la atención de las autoridades.
Si bien en ese momento no había quedado rastro del paradero del hombre que estaba acusado por abusar sexualmente de un menor de edad, sí encontraron un libro y recortes de diarios sobre Luis Alfredo Garavito, conocido como “La Bestia” por haber asesinar a chicos en rituales satánicos.
Años más tarde, se descubriría que Bermúdez era “el monstruo de los cañaduzales”, un asesino serial que vendía helados para engañar a niños y llevarlos hasta las plantaciones de caña de azúcar. Allí, después de abusarlos sexualmente, los asfixiaba con una soga y abandonaba los cuerpos.
Su captura ocurrió en 2003, después de que una de las víctimas lograra escapar y otorgara su descripción física a los investigadores. En la actualidad, figura entre los homicidas más despiadados de Colombia con más de 30 muertes en su historial.
El ídolo
Manuel Octavio Bermúdez Estrada nació el 15 de octubre de 1961 en Trujillo, un municipio colombiano ubicado en el norte del Valle del Cauca. Desde el inicio, su infancia estuvo atravesada por varios episodios conflictivos, ya que su madre lo abandonó cuando tenía cinco años y lo dejó al cuidado de una familia cercana.
Sin embargo, Bermúdez recibió múltiples maltratos por parte de estas personas. La violencia llegó a tal punto que su mamá adoptiva lo tiró un día desde el balcón de su casa y le provocó un daño irreparable en su pierna izquierda.
De más grande, una tía política lo mandó a vivir con otra familia al creer que estaría mejor en otras manos, pero resultó ser todo lo contrario: el chico sufrió insultos, golpes y abusos sexuales.
Varios años más tarde, Bermúdez encontró un “refugio” en una persona que, para el resto de la sociedad, era un monstruo. Era Luis Alfredo Garavito, uno de los asesinos seriales más peligrosos y escalofriantes de la década de los 90 en Colombia. “La Bestia” -como fue apodado el homicida- era un ídolo para él, ya que sus historias de vida eran muy similares.
Así fue cómo empezó a imitar su modus operandi para atacar a sus víctimas. Se hacía pasar por una persona enferma o simulaba estar perdido para poder entablar una conversación con niños de entre 9 y 13 años de edad. Una vez que lograba entrar en confianza, los llevaba a un lugar aislado y abusaba sexualmente de ellos.
Esta fue la maniobra que utilizó hasta 1999, cuando fue detenido y condenado por violar a un chico que lo denunció. La Policía lo alojó en la cárcel de Bolívar, pero ese mismo año volvió a quedar en libertad después de que las FARC tomara por la fuerza a ese municipio.
A partir de ese momento, Bermúdez permaneció prófugo de la Justicia y adoptó una nueva estrategia para cometer crímenes: se convirtió en un vendedor de helados para poder acercarse con más “naturalidad” a menores de edad. Cuando un chico le venía a comprar, trataba de hacerse amigo al “hacerles el favor” de bajar el precio de sus productos.
Sin embargo, todo era una trampa, ya que el asesino los engañaba para llevarlos a las plantaciones de caña de azúcar, una zona descampada en las que podía torturarlos hasta la muerte.
El monstruo de los cañaduzales
Bermúdez siguió con los asesinatos durante varios años con la misma modalidad. En muchas ocasiones utilizó lidocaína, un anestésico para adormecer a sus víctimas y luego abusar de ellos.
Sin embargo, en 2002, uno de los menores de edad que fue atacado por el “monstruo de los cañaduzales”, logró escapar. El niño le dio a la Policía una descripción detallada de cómo era físicamente su agresor, aunque el dato más importante fue que era vendedor de helados.
Bermúdez fue detenido recién al año siguiente, el 18 de octubre de 2003, después de que los investigadores allanaran su casa y encontraran fotos y ropa interior de los chicos a los cuales asesinaba. “Sabía que algún día iba a caer”, fue lo único que se animó a decir en ese momento.
Después de su detención, admitió que había abusado y matado a 21 nenes de entre 9 y 13 años, pero los policías sospechaban que el número exacto era 34, ya que todos los casos que se habían registrado durante esos años habían sido masacrados de la misma forma.
Durante el juicio, Bermúdez sostuvo que cometía los asesinatos porque unas “voces en su cabeza” le decían que tenía que matar chicos. El Juzgado Tercero Penal de Palmira lo condenó a 40 años de prisión por el crimen de 34 menores de edad, a pesar de que él sólo reconoció el homicidio de 23.
Hasta el momento, “el monstruo de los cañaduzales” cumple su sentencia en la cárcel La Tramacúa, en Valledupar. En ese penal convivió por algunos años con su ídolo, Luis Alfredo Garavito, hasta el 12 de octubre de 2023, fecha en la que “La Bestia” murió a los 66 años por un cáncer.