Hay días en los que nos levantamos sintiéndonos agotados aun habiendo dormido las horas necesarias, mientras que, además, tanto nuestra boca como nuestra piel están resecas. A eso, se le puede sumar dolor de cabeza y creemos que ese estado general nos puede acompañar durante todo el día.
Pero no es para preocuparse y la solución es muy sencilla: necesitamos hidratarnos para recuperar la pérdida de líquidos que experimentó nuestro cuerpo durante el descanso. Además, podemos tomar medidas para evitar que nos vuelva a pasar a la mañana siguiente.
Lo importante es beber agua no tanto para calmar la sed sino también para proporcionarle al cuerpo el componente principal de sus células, tejidos y órganos. De hecho, hasta un 60% del cuerpo humano es pura agua, un líquido esencial que, igual que ocurre durante el día, también se “consume” durante la noche.
“Algunas funciones simples como serían respirar o mantener la temperatura corporal durante el sueño también conllevan una pérdida de fluidos. Así que hay que mantener en orden las reservas”, señaló el doctor Fernando José García, del Servicio de Urgencia Médica de la Comunidad de Madrid (SUMMA 112).
Las cinco claves para no levantarse con sed
- Hay que hidratarse a lo largo del día. No se trata de que nos llenemos de agua antes de meternos en la cama porque veremos nuestro descanso interrumpido por las continuas visitas al baño. Simplemente hay que hidratarse adecuadamente a lo largo del día, sobre todo cuando cae la tarde o hemos realizado una rutina de ejercicios. También es recomendable que en la cena incluyamos además de agua, alimentos ricos en electrolitos que, como las verduras, maximizarán la reposición de líquidos y prevendrán que nos levantemos deshidratados en la mañana.
- Evitar el exceso de calor mientras dormimos. El cuerpo puede perder líquido cuando estamos en una habitación que asemeja las condiciones de un horno y, concretamente, se recomienda que la temperatura del dormitorio no supere los 21º C. En cuanto a la ropa de cama, ya sean las sábanas o el acolchado, no debería ser demasiado gruesa.
- Nada de alcohol antes de irse a la cama. Tampoco vale cualquier líquido para hidratarse. Hay que evitar el alcohol en las horas previas a acostarse porque, al tomarlo, no sólo se reduce la probabilidad de que bebamos agua, sino que, como señala García, “inhibe la liberación de la vasopresina u hormona antidiurética, responsable de mantener los niveles de líquidos en el cuerpo”.
- No abusar del café ni de la sal. Lo mismo ocurre con el café que, consumido en exceso a lo largo del día y según la Universidad de Arkansas, tiene, como el alcohol, un efecto diurético y promueve la pérdida de líquidos. Así que no se recomienda beber una taza de café tras una cena en la que, además, no se debe abusar de la sal. El sodio también favorece la excreción de líquidos a través de la orina, aumentando, como revela la Universidad de Oporto, el riesgo de deshidratación matutina y también de visitas nocturnas al baño.
- No hay que dormir poco ni demasiado. El sueño tiene que ser de entre siete y nueve horas todos los días. Como muestra la Universidad Estatal de Pensilvania, es durante la última fase del descanso cuando el cuerpo libera la vasopresina, lo que no llegará a ocurrir en caso de recortar su duración. En tanto, prolongarlo demasiado también conlleva un mayor riesgo de mala hidratación matutina y acá la razón es muy sencilla: dormir demasiadas horas. Según García, dormir demasiadas horas contribuye a la deshidratación porque se prolonga el periodo en el que no se bebe agua y no se reponen los líquidos perdidos.