Cuando Javier Milei afirmó que al asumir el gobierno la inflación «corría» al 1.700% se refería a la idea de inflación «reprimida», es decir precios reprimidos por la acción del gobierno, como las tarifas de luz y gas. Se trata del mismo fenómeno de represión económica que el FMI cree que ahora comenzó a transitar el ministro Luis Caputo.
«El FMI está preocupado por la inflación reprimida y el atraso cambiario», afirmó a LPO un destacado economista que habló este lunes con técnicos del organismo.
La decisión política de patear el ajuste mensual que se había otorgado a las empresas de luz y gas remite al kirchnerismo y se observa con claridad cuando se mira el impacto de esos servicios en la inflación de abril, donde son por lejos el rubro que más impacta con un 36%. Por eso, Economía resolvió congelar ese ítem para que en Mayo no se corte la senda de caída de la inflación, que se veía amenaza por ajustes del gas que podían superar el 1000%.
La inflación de abril se desaceleró a 8,8% y Milei logra perforar los dos dígitosLa pregunta que inquieta al FMI es qué pasará en septiembre cuando esa inflación reprimida se libere: es decir es fácil entrar en el congelamiento de las tarifas de servicios públicos, muy difícil salir. La experiencia kirchnerista es un ejemplo.
Si bien se trata de términos del ámbito policial, la idea descansa sobre una mirada respecto al funcionamiento de la economía, donde la intervención del Estado vía restricciones cambiarias, acuerdos de precios, subsidios a las tarifas, regulación del precio de los combustibles, es vista como anormal.
Con esa lógica, la decisión tomada por el gobierno de Milei apenas arrancó fue corregir precios relativos: subir el dólar, las tarifas, los combustibles y desregular. No como una decisión política sino como un «sinceramiento» de una realidad de precios que se encontraba «reprimida».
Los efectos del sinceramiento fueron devastadores para los sectores asalariados. A la fortísima inflación producto del salto cambiario del 118% se sumó, solo a modo de ejemplo, el salto de los servicios públicos que pasaron de representar menos del 5% a casi el 15% del ingreso. Un sendero similar recorrieron servicios médicos y educativos.
Con el propósito de contener tanto la inflación como el malhumor social, Milei resolvió posponer hasta septiembre los aumentos en las tarifas de gas y electricidad. Un giro notable del gobierno que ya venía de criticar con dureza la libertad que se tomaron las empresas de medicina privada para determinar el valor de sus cuotas.
Se suponía que este esfuerzo inicial era condición necesaria para iniciar un proceso de recuperación sostenible, un crecimiento genuino que se veía impedido por la «represión» de precios en la que incurren los gobiernos populistas.
Como sea, este giro copernicano que le impuso el plano de lo pragmático al marco teórico libertario, cayó muy mal en el Fondo. «En el FMI se enamoraron del mantra fiscalista, de la profunda convicción por la ortodoxia económica, del Milei que entiende que la inflación es producto del déficit, del ordenamiento de las cuentas públicas», afirmó a LPO una fuente que conoce muy bien el organismo. Según esta fuente, la intervención deliberada del gobierno de Milei sobre los precios causó una profunda frustración en el Fondo.
«Sobre todo preocupa el atraso cambiario, que no suelta el precio del dólar», remarcó esta fuente que agregó que el mundo financiero internacional observa «un superávit que se alcanzó gracias a la fenomenal deuda energética, un Banco Central cada vez mas dependiente que puso USD 3200 millones de reservas liquidas el último viernes a cambio de un bono a diez años, mientras que la reservas que se acumulan son a costa de importaciones financiadas. Nada más lejano de una corrección de precios relativos», concluyó el analista.